Esta travesía por la montañas de Aysén es una expedición especialmente diseñada para personas que buscan recorrer los lugares más agrestes y hermosas de nuestra Patagonia. Aysén es una región con muy poco desarrollo humano y por tal motivo conserva su aspecto agreste y prístino. Es una región de difícil acceso y con clima cambiante. Sus grandes precipitaciones forman glaciares colgantes o de valle que decoran las montañas creando un entorno dramático y fantástico.
Esta travesía de trekking, te llevará a valles poco explorados siguiendo ríos de glaciar donde encontraras pobladores patagónicos de las viajes épocas. Podrás entrar a sus casas y escuchar anécdotas mientras compartis un mate amargo. Aquí el concepto de propiedad privada no afecta al visitante, todo lo contrario, los pobladores en su gran mayoría estarán felices de hospedarte a cambio de unas lindas charlas. A veces también podemos colaborar un poco en las tareas del campo y terminar el día con un rico cordero a la cruz.
Luego seguimos la travesía, acercándonos al Campo de Hielo Norte y sus enormes glaciares que erosionan los valles hacia el Este. Lagos y ríos adornan las zonas bajas mezclados entre bosques de Ñire y Lengas. Luego de ganar altura las vistas se hacen, más increíbles y la perspectiva ayuda a comprender el tamaño de esta montañas. Acampamos en el filo, a buena altura y ahora nos rodean infinitas estrellas. Aprovechamos el buen clima y al día siguiente hacemos cumbre en un cerro próximo, sin dificultad técnica pero que ofrece unas vistas y sensaciones nuevas y alucinantes. Ahora si logramos ver el Monte San Valentin, el San Lorenzo al Este, a la entrada Hyades del Campo de Hielo, todos macizos enormes con glaciares por todos lados.
Finalizamos el cruce a otro valle, nos encontramos con formaciones que han dejado las glaciaciones, esas paredes verticales y un valle amplio y plano. En el bosque, puede que nos crucemos con algún Huemul, aquí habitan muchos por suerte. Descendiendo de la cordillera, atravesamos más campos y ranchos. Quién sabe quizás esta vez nos ofrecen unas tortas fritas o Sopaipilla como se las llama aquí, bien ricas y especiales ya que están hechas con grasa de cordero. Nos acercamos al fin de la travesía, vemos rastros de frutillas silvestres por las praderas y ricos Calafates que nos indican la cercanía a nuestro destino.
Han sido muchos días recorriendo valles y cordones montañosos sin cruzarnos con otros visitantes, hemos apreciado el contacto con una naturaleza pura y poderosa. Ya no somos un grupo de caminantes, sino que nos hemos convertido en un equipo de trabajo unido. Nuestras cámaras fotográficas están colmadas de recuerdos, al igual que nuestra memoria y corazón.
Es tiempo de regresar a casa.
